jueves, 9 de enero de 2014

De ondas, radiaciones y contaminaciones en centros escolares. Ya vale de tonterías.

Llevan tiempo en el instituto de Solokoetxe protestando por la presencia de unas antenas de telefonía junto al centro escolar. Es el típico caso de ‘antiantenismo’: un grupo de gente asegurando que se encuentra fatal y achacándole las jaquecas, y los cánceres, a las ondas de telefonía. Más allá de sensaciones subjetivas, su principal argumento parece estribar en la carga semántica del término ‘radiación’. A uno le dicen ‘radiación’ y piensa al instante en Hiroshima y en Godzilla. Da mucho miedo. Tanto que, para tranquilizarse, conviene calentar un vaso de leche en el microondas y sintonizar Radio Clásica en el transistor de la cocina. Poco importa que esas acciones desencadenen unos niveles de radiación electromagnética considerables. En ellos no halla el pensamiento moderno ningún peligro. El problema son las antenas de telefonía, tan satánicas.

Las mediciones realizadas en Solokoetxe dan resultados que quedan muy por debajo de los límites establecidos por la ley. Aun así, en el instituto han limitado el uso de las zonas «más expuestas» a las antenas. Lo ha decidido el Consejo Escolar y estaría bien saber qué opina el departamento de Física del centro. Porque imaginamos que la ley de gravitación universal no estará sujeta en Solokoetxe a la opinión de los padres y madres. Dicho de otro modo: no existen evidencias científicas que respalden la creencia de que las antenas son peligrosas. Sin embargo, el Departamento de Educación va a poner en las ventanas del centro unos vinilos que reducen por lo visto la radiación. La Administración acude así a combatir un peligro que la propia Administración descarta. Se entiende que en Educación quieran tranquilizar a los padres, pero deberían hacerlo desbaratando sus miedos. Desde aquí les recordamos a los políticos vascos que hay una institución pública llamada universidad cuya autoridad podría ser tomada en cuenta llegado el caso. Me acuerdo de Félix Goñi, director de la unidad de Biofísica de la UPV, explicando en estas páginas que las ondas de telefonía no producen cáncer. Sin más.

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  • 9 ene. 2014
  • El Correo
  • PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA

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