miércoles, 26 de septiembre de 2018

La Administración educativa vasca destina 13 millones de euros a la concertación de colegios segregados del Opus Dei

Entrada del colegio masculino Gaztelueta de Leioa

El Departamento de Educación del Gobierno vasco destina cada curso académico casi 13 millones de euros a la concertación de seis colegios privados que sólo aceptan o varones o mujeres entre su alumnado, Gaztelueta (Leioa), Munabe y Ayalde (Loiu), Arangoya (Bilbao), Erain (Irún) y Eskibel (San Sebastián). Todos ellos están vinculados a la prelatura del Opus Dei, cuatro de ellos dentro de la patronal COAS. 
La propia Uriarte manifestó en un pleno del Parlamento que la educación separada por sexos  "no es discriminatoria".
Pues sin comentarios.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Algunos apuntes sonre el nuevo modelo educativo

Portada revista Convives 22
/www.enriquedans.com/
Debemos abandonar la idea de que aprender significa memorizar. Un concepto que proviene de una época en la que el acceso a la información era complejo y oneroso, que pierde su sentido en un escenario tecnológico en el que toda información está disponible a muy pocos clics de distancia
Nadie pretende crear una generación de personas incapaces de memorizar, sino ser capaz de evaluar sin necesidad de convertir ese proceso de evaluación en una prueba circense de quien es capaz de memorizar más a corto plazo para olvidarlo posteriormente a los pocos días. El mejor juez o el mejor notario no son los que más y mejor memorizan tras un maratón de varios años leyendo y repitiendo textos, sino aquellos que entienden mejor su trabajo y aplican mejor, en su contexto, unas normas que han entendido y que, con el tiempo y la reiteración, puede que terminen memorizando.
La solución a la educación no es introducir tecnología. Es adaptar los flujos educativos a los nuevos tiempos, modificar la unidireccionalidad para promover el pensamiento crítico, utilizar metodologías basadas en la discusión, en la practicidad, en talleres y workshops que den lugar a una actitud activa en lugar de pasiva, y utilizar el tiempo de clase no para “dar apuntes” o para repetir ideas, sino para generar verdadero valor basado en la interacción. 

Un cambio que, lógicamente, supone una adaptación del profesorado como implica también un nuevo papel para los padres que no suponga una dejación de sus responsabilidades, pero que no necesariamente consiste en enseñarles tecnología, sino en un cambio mucho más profundo, en un nuevo modelo de enseñanza. Un cambio en el que, como sociedad, nos jugamos mucho.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

La escuela pública, mixta, laica, interclasista, igualitaria y de calidad es el pilar primordial de cualquier sociedad avanzada

Les propongo un ejercicio de imaginación. Piensen en un empresario de éxito. Es una persona audaz, que ha sabido diversificar sus inversiones hasta crear un grupo de empresas que abarca diversos sectores. 

Ahora piensen qué pasaría si en los lugares donde opera nuestro protagonista, un grupo de vecinos empezara a protestar y convocara manifestaciones para exigir que ese empresario subvencionara a la fuerza a algunas empresas de grupos ajenos. Es decir, que se gastara el dinero en financiar a su propia competencia. ¿Qué les parecería eso? Un disparate, sin duda. 

Opinarían, con razón, que nadie tiene derecho a obligar a nadie a gastar su dinero en favorecer a otros, que la ley que lo impusiera sería injusta, que no se puede legitimar un atropello. Y sin embargo, en esa misma situación se encuentra el Estado en relación con la enseñanza. 

Con el dinero público, el suyo y el mío, financia a colegios de origen e ideario privados que se benefician de conciertos a veces justificados, otras no tanto, y algunas en absoluto. Colegios que, en ocasiones, segregan al alumnado por sexos o rechaza peticiones en función del origen geográfico o social de los alumnos que no les gustan. 

El Estado subvenciona la concertada pero, en una última etapa que se ha hecho eterna, ha desatendido a su propia empresa, la escuela pública, que ha padecido los recortes provocados por la crisis en una proporción muy superior a la de su competencia. Y eso también es un disparate, una situación absurda, injusta e insostenible. 

La escuela pública, mixta, laica, interclasista, igualitaria y de calidad es el pilar primordial de cualquier sociedad avanzada. Que el Ministerio de Educación la considere prioritaria no es un capricho. Es su obligación.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

A los profesores de la EGB (que día a día se van jubilando)...

"Se van.
Recogen sus cosas de la clase en una cartera, apagan la luz y se van.
Llegaron en los setenta. Con sus gafas de pasta, su barba, sus pantalones de pana, sus faldas demasiado largas o demasiado cortas.
Llegaron a centenares, llenando colegios hechos a toda prisa a los que pusieron nombre de poetas o de viejos pedagogos proscritos.
Llegaron con una inmensa sed de aprender a enseñar.
Pintaron los muros grises de las escuelas con dibujos infantiles.
Querían cambiar el mundo con papel continuo, unos pinceles y unos botes de témpera.
Aprendieron en las escuela de verano a bailar, a tocar el pandero, a hacer pasta de papel o a conocer el nombre de los árboles y de los pájaros.
Se contagiaban unos a otros su ignorancia y la urgencia de cambiar una España aún demasiado sucia, demasiado triste.
Se quitaron el don para tutearse con la gente. Ahora los maestros eran solo Jesús, Joaquín, Paloma, Javier, Nieves, Isidoro o Fernando.
Llenaron las bibliotecas de libros y de algún lector. La literatura infantil y juvenil se puso de moda y empezó a ser algo más que Julio Verne o  Salgari.

Aquellos profes volvieron a sacar a los chicos al campo, a ver las montañas, los ríos, más allá de los Atlas.
También a las calles de los barrios rescatando los carnavales, con ropas viejas y cabezudos de cartón.
Con sus propios errores y con los ajenos fueron perdiendo  por el camino sus utopías. No todas. Quizá la mayoría.

Soportaron el capricho y la estupidez de los políticos y legisladores. Protestaron, a veces no lo suficiente. No les escucharon casi nunca.
De progres e ilustrados pasaron a ser analfabetos digitales. Pero todo se aprende si se quiere.

Y -como dice la canción- el tiempo pasa y nos vamos haciendo viejos. Menos para los alumnos. Ellos los siguen viendo como siempre, aunque tenga la misma edad que sus abuelos.
Cada año en el colegio se jubila uno o dos y deja la escuela en esos días azules, con ese sol de la infancia.

Sus primeros alumnos tienen ya cuarenta años o casi. Son los famosos millennials. Algunos son parados o médicos, enfermeros, abogadas, taxistas incluso algún profesor. Son el resultado de años de trabajo sin ver nunca el fin ni el principio.
No todo fue inútil. Los hay generosos, con talento y un punto de rebeldía. Viven en España y algunos -demasiados- también en el extranjero.
Puede que paseen más por internet que por la calle. Tal vez alguno dejó colgado los estudios y el futuro y se mire las manos vacías. Eso, amigo, no se aprende en la escuela, por desgracia.

Pero sobrevivieron a la EGB, al viaje de fin de curso a Mallorca, a los amores y desamores, a la desilusión y ahora a la crisis económica.
La mayoría rechazan la idea de que nada cambiará. Lo aprendieron coloreando con plastidecor y rotuladores Carioca, oyendo las viejas canciones que hablaban de que los piratas pueden ser honrados y los príncipes, malos. Que a los lobitos buenos les maltrataban los corderos, y por eso, ellos no quieren ser ni corderos ni borregos.

Se van los profes de la EGB con el pelo gris o sin pelo. Pero se van contentos. Hicieron lo que pudieron. Más o menos. Así que se sienten pagados cuando les reconoce por la calle la sonrisa tímida de una exalumna o reciben el abrazo de un muchachote con entradas que quizá se llame Sergio ¿o era Iván?
Entonces, nuestro corazón se alegra. Luego recogemos nuestras cosas y decimos, diremos adiós".

Un profesor de EGB.