En un contexto como el actual, donde ya existe un gran consenso acerca de la necesidad de evaluar los aprendizajes de los alumnos, es lógico que se acentúe el papel que la evaluación docente puede tener en la mejora de estos resultados gracias a la provisión de apoyo y recursos a medida de las necesidades detectadas por medio de evaluación. La cuestión es cómo hacerlo de forma consensuada con el colectivo docente, de manera que se ofrezcan incentivos apropiados. Pero hay que hacerse a la idea de que la presión evaluadora sobre los profesores aumentará, con la esperanza de que lleve a una mejora profesional que se traduzca en mejores aprendizajes de los alumnos.
Las preguntas peliagudas son cómo y qué se evalúa, y los problemas políticos vienen con las consecuencias: ¿repercutirán en el sueldo?, ¿podrán acabar incluso en despidos, como ha ocurrido en Washington?
Lo que parece que está ampliamente aceptado es que ya no sirven los sistemas en los que se avanza en la carrera profesional simplemente a base de deshojar el calendario, que, como mínimo, debe haber una vía alternativa con la que se progrese más rápido gracias a la calidad del trabajo, que premie al que hace más y mejor.
Interesante artículo en elpais.com
1 comentario:
Como en cualquier empleo, la evaluación del desempeño debe de comenzar por los resultados de ese desempeño. Dicho de otro modo, a un formador hay que evaluarle en función de los resultados académicos que obtengan aquellos a los que él ha formado en el pasado.
Ese sistema, que ya existe en muchas profesiones, es un anatema para los sindicatos. En eso, como en otras cosas, los "formadores" se comportan como una auténtica mafia.
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