Cuando en este país, o en cualquier otro, alguien se pone a vender salchichas y le va bien el asunto, cuando organiza el Día de la Salchicha y deja al personal satisfecho con el producto que vende, nadie duda de dos cosas: Probablemente le gusten las salchichas, le interese extender el aprecio por ese alimento entre la gente de su entorno y además, algo que no ha por qué ocultar, el alargado manjar distribuido "previo pago" entre la muchedumbre que tiene en su entorno, le permita mejorar sensiblemente su cartera económica. Por lo tanto, gusto por lo que hace y beneficio económico privado son dos características claras y evidentes de la fiesta.
Cuando en este País determinados centros educativos privados, conocidos popularmente con el nombre de ikastolas, organizan actos para obtener fondos que dedicarán a mejorar sus propias inversiones privadas, desde la mayoría de los medios informativos, y en este caso tanto públicos como privados, suelen insistir de una manera significativamente parcial, en mi opinión, de una manera exagerada y desafortunada, en que el acto es una fiesta del euskera, una fiesta de los euskaltzales, de los "amantes de la lengua", llegando a hacernos pensar a los que oímos la noticia desde casa, que el no ir es "casi" una traición a la misma.
Error, inmenso error, que terminaremos pagándolo todos. Los asistentes y los no asistentes. Todos los que desde distintos posicionaminetos sociales o políticos creemos en las posibilidades de nuestra lengua, la cual, por cierto, no necesita ni de salvadores ni de guardianes de las esencias.
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