En el anteproyecto de ley que ha preparado el Gobierno (la para mí catastrófica LOMCE) aparece más de cien veces la palabra evaluación. Hay, desde principio a fin, una obsesión preocupante por la evaluación. ¿Por qué preocupante? Porque parece que la evaluación, en lugar de un medio para mejorar, se convierte en un fin en sí misma.
La preocupación aumenta si se trata de evaluación externa y frecuente (3º y 6ª de Educación Primaria, 2º y 4º de ESO y 2º de Bachillerato). Parece que solo la evaluación que hacen los expertos desde fuera es la que tiene rigor. Ese hecho entraña una indiscutible desconfianza sobre la evaluación que realiza el profesorado. Esa evaluación se hace solo sobre los resultados de los alumnos. Los procesos no se tienen en cuenta.
Creo que existe en el anteproyecto una delirante preocupación por la medición. Se trata de una obsesión por pesar al pollo. En efecto, se quiere dedicar más tiempo, más esfuerzo y más dinero a pesar al pollo que a engordarlo. Las preocupaciones más importantes respecto al desarrollo del pollo, serían las siguientes: pesarlo, compararlo, seleccionarlo y clasificarlo.
Se trata de saber cuánto ha engordado, quién ha engordado más que quién y a quiénes hay que eliminar por no haber conseguido el nivel deseable. Pero hay menos preocupación por alimentarlo de forma equilibrada, sana y rica. Prueba de ello es que habrá más alumnos y alumnas por aula, peores condiciones de trabajo para el profesorado, más horas lectivas, menos medios didácticos… En definitiva, será difícil que sea bueno el decisivo proceso de alimentación.
(Sigue en la página del autor: Miguel Ángel Santos Guerra
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