Es la pregunta que me hace un alumno de segundo de periodismo en clase. “Todo” le respondo. Y es que Identidad Digital no es una asignatura que se dé en el bachiller, pero cada vez estoy más convencido de que debería impartirse, aunque fuera un tema secundario en la condenada educación para la ciudadanía.
Mis alumnos tienen que hacer una exposición en clase analizando una pieza persuasiva y proponiendo mejoras. La definición de “pieza persuasiva” es muy amplia y yo les sugería que, por ejemplo, podrían analizar un perfil de Tuenti (o de Twitter), determinar cuales son los objetivos persuasivos del mismo (qué imagen pretende dar, qué asociaciones pretende conseguir) o inventarlos y proponer mejoras para obtenerlos basándose en la teoría que hemos visto en clase.
¿Qué tiene que ver esto con la persuasión? Todo. Esa es la esencia. Cada vez que enviamos un pedacito de información sobre nosotros a la red o lo hacen los demás, estamos fortaleciendo un mapa de relaciones. ¿Somos expertos en un tema? ¿Somos muy populares? ¿Somos generosos? ¿Somos ingeniosos? ¿Somos graciosos?
Que el personaje que creamos en la red luego se parezca a nuestro yo real o no ya es otro asunto. Pero no podemos obviar que existe. Es nuestra identidad digital.
Por muy “nativos digitales”, siguen entendiendo la red en términos de autoexpresión. Y quizá lo que escribo en mi muro o en mi twitter tiene mucho de eso, pero también tiene consecuencias sobre cómo nos percibe la gente en la red. Esa es la reflexión para hoy.
Los nativos digitales son un mito. Nadie nace sabiendo. Se aprende. A veces a hostias.
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