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Hoy es de obligado recuerdo, por celebrarse el aniversario de su muerte, la obra perenne de Shakespeare y de Cervantes. Pero también la de otros grandes autores en las diferentes áreas de la creación literaria y del saber. Porque hay libros que no vale la pena leer, otros que conviene leer, y algunos para releer e incluso aprender. Estos grandes libros no se suelen ver en los escaparates ni entre las novedades, aunque siempre están discreta y fácilmente disponibles.
Dice Ítalo Calvino que los libros en las bibliotecas hablan entre ellos y que el buen lector escucha esa conversación. Así es. El buen lector dialoga con el autor y escucha ese interesante coloquio de los libros, coordinado y vertebrado por unos cuantos libros básicos, bien leídos y aprendidos, que forman las estanterías y los plúteos de nuestra mente.
El libro puede resistir temperaturas superiores a los 451 grados Fahrenheit, pero no sobrevive al olvido ni a la frívola superficialidad de tomarlo como un objeto más de moda y de consumo. Los medios digitales, bien utilizados –sin olvidar los derechos de autor–, no matarán el libro. La digitalización e internet ponen, incluso, a nuestro alcance bibliotecas y libros que antes resultaban de imposible o de muy difícil acceso. Además, se puede alternar de forma equilibrada el ‘cliquear’ con el paso lento y acariciador de las hojas de este amigo incondicional, cuya fiesta hoy celebramos.
Con gratitud: ¡Felicidades, amigo! ¡Por muchos años!
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