Últimamente, en mi instituto, estoy en una fase de "despedida y cierre" (por jubilación), que yo llamo "paz y amor", y no tengo la más mínima intención de enfadarme con nadie pero, a veces, hay temas que, sinceramente, me revuelven los demonios.
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Parece que en determinados sectores del Claustro el mero hecho de escuchar que disminuyen las horas en las que el alumnado aprende "en euskera" enciende todas sus alarmas y se manifiesta en contra de esta medida que avanza tímidamente hacia el trilingüismo.
Me llama la atención que dichas protestas no vayan acompañadas de una autocrítica importante de la manera en que estamos educando, de los métodos educativos que usamos y del escaso atractivo que estamos ofreciendo a un alumnado cada vez menos "militante" en temas idiomáticos.
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