sábado, 27 de mayo de 2017

La separación de los niños y las niñas en las aulas alimenta estereotipos y afianza el sexismo

Los colegios segregados por sexos parecían un reducto de la educación católica más conservadora hasta hace apenas una década.

Las razones de sus defensores, sin embargo, huyen del motivo religioso. Se apoyan en las diferencias cognitivas entre niños y niñas, la de madurez de unos y otras y la ventaja que, dicen, supone para ellos estudiar sin la presión del sexo opuesto.

Por otro lado, el beneficio de la educación segregada solo parece haber tenido efecto en circunstancias muy concretas, ciertas clases sociales, etnias, en algunas materias, determinados momentos evolutivos y escolares y en ciertas épocas.

En mi opinión, el colegio, debe ser igual que la vida: mixto. Está claro que en contextos heterogéneos de cultura, de religión, de género, hay más conflictos, porque la diversidad implica más conflictos. 

Pero en un marco adecuado, lo que tienen que aprender los niños es a resolverlos. Cuando nuestra sociedad optó por la coeducación lo hizo, sobre todo, porque entendió que para construir la igualdad entre hombres y mujeres era preciso superar la tradicional segregación por espacios y actividades que lleva a reproducir el sexismo. 

No se ha considerado necesario demostrar los beneficios de la coeducación, que tienen que ver con unos valores de igualdad, de tolerancia, de superación del sexismo, que forman parte de nuestra identidad democrática.


En España la educación segregada tiene una orientación ideológica claramente "de derechas" y tradicionalista", al ubicarse en instituciones escolares vinculadas a las tendencias más conservadoras del catolicismo como, por ejemplo, en los colegios del Opus Dei.

Educar separadamente solo tiene sentido si se parte de la idea de que cada sexo ha de tener una distinta función social, y, por lo tanto, de que mujeres y hombres no deben gozar de las mismas posibilidades. 

Una educación separada lo que hace es fomentar los viejos estereotipos de la división sexual tradicional, que hoy no tiene sentido en nuestra sociedad. Hombres y mujeres estamos llamados a compartir la vida, y para ello es mucho mejor una educación conjunta, que permita que se conozcan desde siempre, y más ahora que en muchas familias hay un solo hijo o hija y que ni siquiera tiene la oportunidad de tratar con hermanos o hermanas de otro sexo.

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