lunes, 5 de diciembre de 2016

Cristina Uriarte como cabeza visible tiene una responsabilidad , pero no lo es menos que es el equipo en sí el que debe dar la talla en los momentos complicados

Superada la sorpresa de que la consejería de Educación mantendría a su máxima responsable cuatro años más, es crucial conocer la composición del resto del equipo,porque es cierto que Cristina Uriarte como cabeza visible tiene una responsabilidad (incuestionable en la gestión directa y en la elección de sus colaboradores/as), pero no lo es menos que es el equipo en sí el que debe dar la talla en los momentos complicados. Y hasta ahora, no ha sido el caso.

El equipo anterior se encontró, casi al comienzo del mandato, con un problema de calado inesperado, la tramitación de la LOMCE y su impacto  en la CAPV con la invasión de competencias autonómicas que produjo. También es cierto, sin embargo, que ya para entonces la Consejería de Educación habían dado síntomas de no controlar lo que tenía entre manos: diálogo escaso, incapacidad de identificación de los agentes educativos, tardanza en la comunicación de las líneas estratégicas,… Parecía que la inexperiencia en el cargo era consecuencia de esa cesión continua nacionalista de la educación a otros partidos, cada vez que había gobiernos de coalición (con el PSE o con EA), siempre según opinión de los/as bienpensantes;  los/as más maliciosos se inclinaban por pensar que era simple y llanamente el resultado de la escasa importancia que el PNV ha concedido siempre a la gestión de la educación vasca, allí donde ha tenido oportunidad de hacerlo.

En otras áreas de gestión educativa, como la de Innovación Educativa, todos los esfuerzos se centraban en un “copia y pega” de gestiones anteriores, convenientemente euskaldunizadas (Prest Gara, sustituyendo a Garatu, Hezkidetza Plana en vez de Convivencia, Sare Hezkuntza por Eskola 2.0, o  Adi-Adian en lugar de Programa de Víctimas en el aula, por citar sólo algunos).

Y en el resto de asuntos de competencia de la consejera, mucha, mucha incertidumbre: indefinición de los modelos lingüísticos –aparentemente manteniéndose los tres, aunque solo fuese para negociar con Wert-; nula cintura en la negociación colectiva del personal docente no universitario, con un convenio finalizado en 2012 y sin voluntad de mejora; escaso acierto en la dignificación y reconocimiento público de los y las profesionales de la Educación vasca.

En fin, escasas esperanzas de que el conocimiento de los nombres  de las personas que configurarán el equipo de la continuadora Cristina Uriarte, ofrezcan un giro de ciento ochenta grados en las políticas educativas a realizar, tan necesarias  para que la comunidad vasca mejore.

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