lunes, 1 de julio de 2013

Wert con las becas, frívolo e ignaro

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JUAN IGNACIO PÉREZ

Sábado, 29 de Junio de 2013
ASOMBRA la frivolidad con que trata el ministro Wert los temas de su incumbencia. Solo así se entiende que haga propuestas como la del 6,5 sin aportar argumentos de fuste. Porque valorar el esfuerzo puede que esté muy bien, pero dudo que un 6,5 lo valore mejor que un 7 o, para el caso, que un 6. Esa no es la cuestión. En este tema hay dos asuntos que merecen atención. Uno es la financiación universitaria y el otro, los bienes a preservar mediante las políticas de instrucción pública.
El actual modelo de financiación universitaria es injusto. Sumados todos los costes, estimo que el gasto por alumno rondará, en grandes y redondos números, los 10.000 euros al año, de los que, dependiendo de distintas circunstancias, los estudiantes aportan entre 1.000 y 1.500 euros. Quiere esto decir que los contribuyentes pagan la gran mayoría de ese gasto. Y eso no es justo. Aproximadamente, de cada diez jóvenes vascos, seis van a la universidad y cuatro completan sus estudios universitarios. Esos que acaban la carrera tendrán, a lo largo de sus vidas y en promedio, ingresos entre un 15% y un 25% más altos que si no hubieran obtenido el título. Y se da la circunstancia, además, de que quienes se gradúan pertenecen, sobre todo, a los grupos sociales más acomodados.
Hay quienes, para facilitar el acceso a la universidad de las personas con menos recursos, proponen la gratuidad total, con independencia de la renta. Pero eso, además de que tampoco garantizaría el acceso universal, sería socialmente poco justificable. Nada es gratis y dado que los estudios universitarios reportan un beneficio personal importante a quienes los completan, estaría bien que los titulados devolvieran, a lo largo de su vida laboral y mediante un procedimiento flexible, una parte importante de lo que la sociedad les proporciona al pagarles la mayor parte de su coste. Eso podría hacerse mediante una adecuada combinación de préstamos públicos y ayudas (becas) a los estudiantes. A tal efecto, la administración podría detraer una parte (quizás la mitad) de la subvención directa con que financia a las universidades, para dedicar ese dinero a becas y préstamos. La otra mitad serviría para garantizar unos estándares de calidad y actividad mínimos, sobre todo en investigación, y en atención al hecho de que la formación universitaria también reporta beneficios al conjunto de la sociedad.
En ese esquema, las ayudas directas a los estudiantes servirían, por un lado, para premiar el rendimiento. Ese es uno de los bienes a preservar. Y por el otro, también cumplirían el objetivo de contrarrestar la conocida resistencia de los alumnos con menos recursos a comprometerse a amortizar un crédito a largo plazo. Porque si no se neutralizase esa resistencia, no se podría garantizar la igualdad de oportunidades, que es el otro bien a preservar. Por esa razón, los criterios para la concesión de las ayudas podrían ser mixtos: de renta y de rendimiento. Los de renta servirían para facilitar el estudio a las personas de sectores sociales desfavorecidos. Y los de rendimiento actuarían como incentivos, para lo que se deberían tener en cuenta circunstancias personales, características de los centros, idiosincrasia y dificultad de las carreras, etc..., consideraciones muy alejadas del simple y romo criterio del "6,5 porque hay que sacar más que aprobado raspado". Con ese criterio a los estudiantes de ciertas carreras se les concederían poquísimas ayudas y muchas a los de otras. De eso no debe de tener noticia el ministro, aunque tampoco parece que sea eso lo único que desconoce el señor Wert.

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